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recital 75






Estrenado el 2 de julio de 1975
en el Teatro Odeón, de Buenos Aires.

Última función el 12 de junio de 1976
en el Teatro Argentino, de La Plata, Argentina.




Programa:

TERESA Y EL OSO
(Cuento sinfónico)
VIENTOS GITANOS
(Vientos gitanos)
DOCTOR BOB GORDON SHOP
HOT DOG FROM BOSTON

(Foxtrot)
EL EXPLICADO
(Gato didáctico)
IL SITIO DI CASTILLA
(Fragmento de ópera)

Fuera de programa (alternativos):
MI AVENTURA POR LA INDIA
(Guarania)
TRISTEZAS DEL MANUELA
(Manuela's blues)

Les Luthiers:
Ernesto Acher, Carlos López Puccio, Jorge Maronna,
Marcos Mundstock, Carlos Núñez Cortés y Daniel Rabinovich.

Fundador: Gerardo Masana
Luthier de Les Luthier: Carlos Iraldi

Asistente en escena: José Luis Barberis

Textos, Música, Arreglos y Dirección: Les Luthiers


Curiosidades del Programa

El eje argumental de este recital es acerca del período gitano de Johann Sebastián Mastropiero.

Primera aparición informal

Cascarudo
en "Teresa y el Oso"
(intérprete:
J. Maronna)

Cellato
en "Teresa y el Oso"
(intérprete: J. Maronna)

Glamocot
en "Teresa y el Oso"
(intérprete: C. Núñez Cortés)


Les Luthiers: nadie se resigna a dejarlos

Diario Clarín, sábado 19 de julio de 1975.

Si una película mostrara uno de los primeros espectáculos que realizaron Les Luthiers causaría asombro compararlo con el actual. La superación no se advertiría tanto en lo musical como en lo escénico. Renovarse es vivir, y Les Luthiers lo ponen en práctica desde su fundación. Comenzaron basándolo todo en las sonoridades insólitas de unos instrumentos espantosos, como diría nuestro amigo Landrú. Uno se reía de ellos como de la vestimenta de Chaplin. Pero el talento tiene los pies ligeros y el conjunto pasó muy pronto de la broma auditiva a la corrosiva parodia de todos los géneros y estilos musicales, sin olvidar el ridículo que acecha al cantante, al pianista, al guitarrista o al animador, a poco que descuiden la parte visual de su actuación. En ese momento Les Luthiers demostraron que, si como músicos eran completos, como creadores de un espectáculo su ingenio podía ser inagotable. Apuntaron y dieron en el blanco. El jazz o el tango, la ópera italiana o la chacarera criolla mostraron su faceta risible, no solo como música sino sobre todo como asunto visual.
El límite entre el recital de música humorística y el teatro musical de humor solo pueden ser transpuesto por gente con suficiente oficio escénico y no poco de eso que se llama ángel. Y a la conquista del ángel marcharon estos seis muchachos, que eran siete cuando los acompañaba Gerardo Masana, quien a buen seguro los contempla ahora desde la fila uno del paraíso de los humoristas (¿acaso crear el buen humor no merece una butaca en el más allá?). Marcharon con tanta decisión que están muy cerca de conquistar para cada uno de ellos la personalidad actoral, eso que distinguió a Los Tres Chiflados y a los Hermanos Marx. Entre los componentes de Les Luthiers los papeles están distribuidos sin confusión: Jorge Maronna monopoliza casi el buen talante y la ingenua credulidad, mientras el rubio Carlos López Puccio es el miedoso enfermo de susceptibilidad que siempre tiene la mira desviada para el tiro. Casi tan cándidos como ellos, peor ambiciosos y candidatos permanentes a la “patinada” en público son los dos mimos de torrencial gesticulación: Daniel Rabinovich y Carlos Núñez Cortés, desenfocados hasta la desesperación pero en direcciones opuestas de la simpatía, pues el “gordo” se rige por el amor y el pianista por la jactancia. La cuota de mal humor, introversión y malignidad la aporta el “rinoceronte” Ernesto Acher, especie de Buster Keaton sin heroísmo. Y Marcos Mundstock exhibe engreimiento en dosis masivas para asumir el comando de un grupo humano en el que casi todos nos vemos retratados alguna vez cuando incurrimos en nuestra tontería favorita.
Les Luthiers presentan ahora en el Odeón su nuevo “Recital 75”. Lo componen “Teresa y el oso” (¡Prokofiev en guardia!) “Vientos gitanos” (una de sus creaciones más notables), “Doctor Bob Gordon Shops Hot Dogs from Boston”, “El explicado” (gato con explicaciones: diez puntos) y un fragmento del siniestro “Sitio de Castilla”, que a los memoriosos les evocará las parodias pianísticas de Enrique Delfino, que ninguno de los Luthiers pudo conocer por razones cronológicas. No hay que describir ni analizar nada: la gracia no se explica. Más bien hay que aprovechar esta invitación a una experiencia insólita en estos días: reír al compás de la inteligencia. Algo tan raro que nadie se resigna a dejar la sala.

N.C.


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