Historia de Don Rodrigo
Cuando estábamos preparando lo que luego sería “Mastropiero que nunca” ocurrió algo rarísimo. Carlitos era el maestro de ensayos y con su acostumbrada meticulosidad, a medida que avanzábamos en la preparación y se iban ajustando las “puestas en escena”, iba tomando los tiempos de las obras para establecer la duración total. El final del show estaba reservado para la “Visita a la Universidad de WIldstone” y todo iba aparentemente viento en popa hasta que, faltando poco más de una semana para el estreno, nos dimos cuenta que nos faltaban como veinte minutos de espectáculo!!! Revisamos y revisamos y no había caso, tal vez entusiasmados con las cosas fantásticas que iban saliendo nos habíamos confiado pero nos habíamos quedado muy cortos... Empezamos a revisar los papeles buscando alguna idea salvadora, en la “carpeta creativa”, en los apuntes, casi en cuanto papel estuviera rondando por nuestras casas. Hasta que en una reunión se decidió intentar hacer algo con una idea que se me había ocurrido un tiempo antes y que estaba por ahí arrumbada: dado que estaba de moda hacer “cantatas” históricas la propuesta era contar las aventuras de un adelantando español muy despistado que en vez de entrar por el Caribe y bajar, entraba por el Río de la Plata y subía, “a contramano de los conquistadores”. Tenía muchas puntas para explotar por la posibilidad de mostrar las diferentes músicas a lo largo de su recorrido y además terminar en el Caribe con una “salsa”, con lo que podía ser un mejor candidato para cierre de show. La comisión la formamos Jorge, Pucho y yo, y “Don Rodrigo” fue una de las obras más largas del repertorio y la que ostentó el record de menor tiempo: tres días (y sus noches, claro...) El primer día armamos el recorrido y el esquema general de relato, el segundo día escribimos los textos, Jorge y Pucho fueron haciendo los ajustes y coordinando con Marcos, que sería el relator, mientras yo ponía los textos de Don Rodrigo en verso de pie quebrado, y a la par de todo esto Jorge componía las intervenciones de Don Rodrigo, yo los temas de los distintos episodios y Pucho hacía los ajustes finales y coordinaba semejante operativo. Claro, no era cada uno por su lado, todos hacíamos un poco de todo y a una velocidad de vértigo... Pero la cosa no terminó ahí... Don Rodrigo había sido pensado para Daniel y al comenzar los ensayos nos encontramos con que a Daniel no le resultaba fluido el acento español y el tener que apegarse a un texto “fijo”, por otra parte larguísimo, lo tenía incómodo y no muy a gusto. Y en eso se fueron un par de ensayos, y otra vez atrancados, y con la fecha encima... Mi memoria ya no es muy buena pero creo recordar que hubo una postergación de una semana. La cuestión es que luego de ese par de ensayos y muchos nervios Marcos propuso que yo hiciera Don Rodrigo y que Daniel pasara a jugar de “líbero” en el grupo instrumental. Y resultó un buen enroque pues creo haber hecho un buen Don Rodrigo y además Daniel, al estar suelto, estaba en su salsa inventando gags. En el video de “Mastropiero que nunca”, sobre el final, se nos ve a Marcos y a mí tratando de taparnos las caras, y no era fingido porque estábamos muertos de risa por la cosas que Daniel decía en medio de su delirio de “Aquí toco yo”. Y cada vez que lo hacía agregaba cosas, algunas “publicables” y otras no, pero dichas con tal habilidad que el público no se enteraba... Aunque no compartida por todo el grupo, mi convicción es que la “Cantata de Don Rodrigo” fue uno de los mejores y más exquisitos productos de una irrepetible época de Les Luthiers.
Zanotti
Debe haber sido a fines de los 70. Hubo un época en que Daniel, Marcos y yo íbamos después del teatro a tomar café “de trasnoche” a Dandy, un boliche que todavía existe, aunque muy cambiado, en la esquina de Av. del Libertador y Bulnes. Lo habitual, charla, comentarios del teatro, chistes, momentos muy gratos que además eran muy útiles para desacelerar luego de un par de funciones y poder irse a la cama con buen sueño. En esa época a Marcos se le había dado por llamar con “nombre cambiado” a todo el mundo y una noche se le ocurrió llamar al mozo que nos atendía habitualmente, que se llamaba Telmo, diciéndole Zanotti, que era un jugador de Newell’s. Pero claro, el llamado había sido desde lejos y el bueno de Telmo acudió simplemente al ver nuestras señas. Por esa cosa “inalámbrica”, maravillosa e inexplicable, que durante algunos años campeó en Les Luthiers, una cierta mirada de curiosidad de Daniel al oir el nombre hizo que cruzáramos miradas con Marcos y sin decir una sola palabra, ni esa noche ni ninguna de las muchas que siguieron, decidimos hacerle la broma a Daniel. Pacientemente y durante casi un mes, cuando íbamos a Dandy y llegaba la hora de pagar, Marcos o yo llamábamos cada vez más fuerte a “Zanotti” cuidando por supuesto de que Telmo no nos oyera y solamente viera la seña. Y así hasta que llegó la gran ocasión. Así como nunca habíamos cruzado una sola palabra al respecto, una noche los dos supimos que esa era... Y cuando llegó el momento de irnos, aprovechando que Telmo estaba cobrando en la mesa de al lado, Marcos con su mejor cara de inocente y con gesto casual le hizo señas a Daniel para que pagara. Y tatán! tatán! Telmo se acercó y Daniel preguntó: “Cuánto es, Zanotti?” Sólo pudimos disfrutar por un momento las caras de desconcierto de Telmo y Daniel en esa incómoda escena, porque a los pocos instantes estábamos en el suelo de la risa. No recuerdo si después lo comentamos pero estoy seguro que en ese momento los dos sentimos que había sido una obra maestra...
Ud a mí no me engaña...
En la temporada del Teatro Lassalle del ´73 el programa incluía el Concierto para piano de Mpkstroff, parodia de los conciertos románticos, en donde se hacía el guiño de arrancar para un lado y salir con el concierto de Grieg (tomado de las bromas musicales del inglés Gerard Hoffnung) y después seguir muy en el estilo Rachmaninoff. Muy divertido y con pasajes de piano realmente difíciles que Carlitos (Núñez Cortés) resolvía sin problemas, y todo esto mientras hacía un gag atrás de otro... Una noche, a la salida del teatro, nos esperaba para saludar un grupo de gente y entre ellas una señora que se deshizo en elogios, pero especialmente encaró a Carlitos diciendo “Ay, señor Núñez, qué maravilla ese concierto para piano!... Y qué bien lo tocó!... Pero usted a mí no me engaña, usted estudió el piano...”
Es igualito...
Creo que fue en el ´79, primera temporada de “Muchas gracias de nada” en el Teatro Coliseo, saliendo de una función y yendo a buscar el auto al estacionamiento que estaba casi en la esquina de M.T de Alvear y Talcahuano. A mitad de camino, saliendo de una confitería, me para una señora (con su hija de unos quince años) que había estado en la función, y después de felicitar y elogiar a todo el grupo se me queda mirando y con la mayor cara de ingenuidad me pregunta “Disculpe, usted cuál es?” Mientras yo me clavaba las uñas en los dedos para tratar de no reirme, pero entendiendo lo que quería preguntarme, le contesté “Yo soy el del casco, señora” Y la señora responde “Ah, sí, claro... verdad...” y dirigiéndose a su hija le dice “Miralo, querida, es igualito...”
Pucho y el souvenir
En una gira que debe haber sido por el ´80, hicimos escala en el aeropuerto de Guayaquil y aunque no había obligación, bajamos todos para ver como era el lugar y salir un poco del encierro, pero Pucho (López Puccio) se quedó. Ya en el aeropuerto nos topamos con el “Duty Free” que en realidad era mas bien una exposición de artesanías con algunos objetos indescriptibles. Mirando y mirando, por esa conexión “inalámbrica” que por tantos años fue el eje de la creatividad del grupo, al ver uno de los objetos que se vendían todos “vimos” la broma sin decir una palabra: hicimos una “vaquita” (poner dinero entre todos) y compramos una iguana embalsamada que era realmente espantosa. Volvimos al avión con el “animalito” en una bolsa de papel y con unas sencillas palabras, aduciendo no sé qué cosa, se lo dimos de regalo a Pucho. Como es de imaginar, toda la broma giraba alrededor de que él no era muy afecto que digamos a las mascotas y cuando abrió la bolsa de papel casi se desmaya del susto. Carlitos tomó una instantánea (seguro que todavía la tiene) y yo todavía recuerdo la risa que nos duró el resto del vuelo.
Tarzán y el telón
Cuando en las temporadas del Teatro Coliseo teníamos dos funciones por noche, al terminar la primera y apenas bajaba el telón los asistentes hacían el cambio y la preparación para la segunda a una velocidad notable, cosa de tener tiempo de comer algo y descansar un rato , cosa que nosotros también hacíamos. Hubo una época en que Danny (Aizemberg), uno de los asistentes, no solamente para ganar tiempo sino también como gracia, se colgaba de la americana (telón de fondo) para hacerla bajar más rápido. Danny era algo menudo pero fuerte y de una gran agilidad, y con el pasar de las funciones lo hacía de modo más y más espectacular. El punto culminante fue cuando perfeccionó su salto parándose en una de las mesas laterales, dando un tremendo salto en el aire y colgándose de la americana aullando al estilo Tarzán. Lo que al principio era una “gracia”, por lo reiterado se convirtió en una invitación a la broma... Tomando café en un chequeo pre-función con Ekuar (Guedes), técnico de sonido, decidimos gastarle una de las buenas y esa noche alertamos a todos, los luthiers más el resto de los asistentes, para que estuvieran atentos al final de la primera función. Llegó el final, el telón de boca comenzó a bajar y cuando estaba llegando al piso, en el momento preciso en que Danny pegaba el salto con su famoso grito y se agarraba de la tela, todos corrimos al fondo del escenario y tirando con fuerza de la americana hacia abajo hicimos que el “Tarzán” saliera disparado hacia arriba y quedara colgado a unos cuantos metros del piso, pataleando y gritando toda clase de insultos (muy merecidos, por otra parte...) Que yo recuerde, no lo hizo nunca más.
Viaje accidentado
Debía ser por el ´80 y estábamos de gira por el interior pero haciendo dos shows diferentes. Veníamos de hacer “Luthierías” no recuerdo donde y teníamos que viajar de Buenos Aires a Tucumán para hacer “Muchas gracias de nada”, que no hacíamos desde hacía más de un año. Instrumentos, equipo y técnicos ya estaban allá y nosotros partimos al Aeroparque a tomar el avión de las 14:00 para llegar a Tucumán con tiempo de hacer un buen repaso, prueba de sonido, etc. Pero... en Buenos Aires había una tormenta de órdago y para colmo de males, el avión que teníamos que tomar estaba demorado en Córdoba, donde la tormenta había hecho cerrar el aeropuerto, y la función era esa misma noche!! Cuando ya estábamos por decidir la suspensión, oímos por los altavoces del Aeroparque el anuncio de la partida del vuelo (sin escalas) a Salta (provincia contigua a Tucumán) Luego de averiguar rápidamente que entre las ciudades de Salta y Tucumán había sólo 300 Km, decidimos intentar tomar ese vuelo para luego llegar a Tucumán en dos autos de alquiler. Pararon el avión en la cabecera de la pista, nos llevaron en una camioneta, nos subimos y el avión partió. Me acuerdo de la cara de los salteños cuando, después de un buen rato de vuelo y al contarles la peripecia se sonrieron y preguntaron “Pero ustedes saben que los 300 Km son de montaña y se tarda como cinco o seis horas?” Para qué contar el sudor frío... Como no había otra, empezamos a pensar qué hacer y confiamos en que en el aeropuerto de Salta habría alguna solución. Llegamos como a las cuatro de la tarde y el aeropuerto era un desierto, no había ni café... Para hacerla corta, nos comunicamos por teléfono a Tucumán para explicar la situación y cuando nos dijeron que venía a buscarnos el avión de la gobernación pensamos “Salvados...” y nos pusimos a jugar al truco. La función estaba anunciada a las 21:00, se hicieron como las seis de la tarde y del avión ni noticias. Ya ni me acuerdo a qué hora llegó pero si me acuerdo que fue muy a último momento, que era bastante moderno, para diez personas, de esos que tienen ventanas hasta el piso y que viajamos a unos tres mil metros de altura, en un atardecer espectacular y en medio la asombrosa belleza de los Valles Calchaquíes. Inolvidable. Llegamos a Tucumán, nos zambulleron en unos autos y llegamos al Teatro San Martín unos minutos después de las nueve. Apenas el tiempo para ponerse el smoking y al escenario!! Sin ensayo, sin prueba de sonido, sin red... Y fue una maravilla... No sé si muy prolija y sin errores, pero estábamos “inspirados” y salió bárbara.
Una ventana...
A principio de 1973 Les Luthiers fue contratado para actuar en Punta del Este, elegante balneario uruguayo, gracias a la gestión de Horacio Molina, un amigo del ambiente musical, cantante y empresario. Era un café-concert pequeñito, llamado “La fusita”, con capacidad para unas ochenta personas. En ese momento éramos siete pues hacía un año que Gerardo Masana, el fundador, se había reincorporado al grupo y muchas veces recordábamos, casi con incredulidad, cómo hacíamos para entrar los siete luthiers y la parafernalia de instrumentos en una tarimita de tres metros por uno cincuenta, con un piano vertical incluido. El show tenía tres artistas, como se estilaba en aquella época de café-concert. Primero cantaba Vera Sienra, una buena cantante uruguaya, luego cantaba Horacio, tangos y boleros, con una cálida voz y un buen gusto impecable, y cerraba Les Luthiers, siempre con las presentaciones a cargo de Horacio. A veces esperábamos nuestro turno tomando café en un bar que estaba enfrente y a veces nos quedábamos en el cuartito que hacía las veces de camarín, en el fondo del local. El hecho es que Horacio solía cantar un bolero suyo, cuyo título no recuerdo, que empezaba diciendo “Una ventana que no se acostumbra al sur” y lo cantaba en un tono excesivamente alto para su registro de voz, con lo cual siempre estaba en el límite de la afinación. Y le decíamos: “Horacio, por qué no lo cantas medio tono o un tono más bajo, sería más cómodo y no forzarías la voz...”. Y Horacio insistía. Y nosotros también. Hasta que un día, mientras él presentaba a Vera y atendía a la gente, comenzamos a levantarle la afinación de su guitarra un poquitito. Y un poquitito todos los días. Cada día que pasaba Horacio tenía que esforzarse más y con resultados más dudosos. Y nosotros, con nuestra mejor cara de inocentes, le decíamos “Ves, Horacio?... ” Pero no daba el brazo a torcer, hasta que un día, al darse cuenta que estaba rojo como un tomate y con las venas del cuello como cordones de zapato, se le ocurrió chequear la prima de su guitarra con el piano y se dió cuenta de lo tremendamente alta que estaba... Con gran parsimonia, pidió disculpas, explicó el problema, afinó nuevamente su guitarra y antes de retomar el canto dijo: “Yo sé quienes fueron los hijos de tal por cual que hicieron esto...” El público aplaudió y sonrió, entendiendo la alusión, mientras nosotros, en el cuartito del fondo, nos revolcábamos en el suelo de la risa. Horacio dice que nos perdonó pero yo creo que aún hoy sigue un poquito enojado. Y algo de razón tiene, no?
!SE OLVIDARON DEL SONIDO 1!
Era por el año 2007 en la tercera temporada de los premios mastropiero. estaba transcurriendo el ultimo numero del espectaculo llamado "valdemar y el hechicero". Jorge Maronna tenia que cantar una estrofa de lo que era para el la princesa jinebra amada que va a buscar al castillo del hechicero lopez puccio.Esa funcion mientras Maronna cantaba se corto el sonido y justamente luego se escucho la ultima nota del laud (instrumento que tocaba Jorge en esa obra) ahora le tocaba el turno a Daniel de decir su parte que le decia a lopez puccio "primero vas a superar la prueba de los 3 enigmas" y en esa ocacion como Daniel es un genio en las improvisaciones dijo:"primero comenzemos por conectar el sonido" y el gran rex entero se revolcaba de la risa y ademas con una gran ovacion a Rabinovich.
!SE OLVIDARON DEL SONIDO 2!
Esto paso en el orfeo de cordoba reepresentando Lutherapia esta vez sin daniel(por la operacion) y lo remplazaba en esta obra Horacio "tato" turano.
comenzaba "el cruzado,el arcangel y la harpia" y el capitan de los soldados era lopez puccio. aparecio en el escenario diciendo su primera frase que era "mis valientes". sin disimular mucho se fue del escenario a buscar una solucion ya que nadie lo habia escuchado en el estadio por el sonido Marcos,jorge y horacio tocaron un ratito.pero por mas que tocaran un poco mas la obra tenia una musica en off. y gracias a los "gloriosos" asistentes que tiene el grupo pucho pudo salir justo a tiempo a cantar la cancion.
"una mosca en el escenario"
mientras se realizaba el dialogo de introduccion a la obra "rhapsody in balls" en lutherapia entre murena y ramirez(esta vez con la presencia de Daniel) aparecio una mosca y Daniel la seguia con la vista y Marcos le sigio la mano a Daniel y improvisaron con el siguiente dialogo:
MM: "esta la debe haber traido la produccion
DR: años entrenandola
MM: que salude al final
(el publico se entrego y Daniel se saca el zapato y baja del escenario descalso a buscar la mosca y termino diciendo "despues van a ver")